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María Corina Machado

María Corina Machado: "Ya no soy la misma"

María Corina Machado/ Foto: NTN24 Venezuela
María Corina Machado: "Ya no soy la misma"
Pese a la persecución del Gobierno, María Corina Machado visitó el interior de Venezuela para darle ánimo a las personas que padecen la crisis

Por @maryorinmendez

Fotos @ro_romar

Salir de Caracas al amanecer rumbo a Yaracuy. Varias paradas en el camino para saludar y comer pernil. Detenerse en San Felipe para una entrevista televisiva. Rueda de prensa con periodistas locales. Asamblea ciudadana en la plaza de San Pablo. Caminar de punta a punta la principal de Chivacoa. Tomar carretera para llegar antes que anochezca al estado Lara donde la esperan vecinos de la urbanización Sucre. Reunirse en la noche con los dirigentes regionales de Vente Venezuela. Coordinación a primera hora del sábado con su equipo más cercano. Llegar a media mañana a la cancha techada del Obelisco. Dar un discurso encendido. Visitar a un viejo amigo y devolverse a Caracas para una reunión de planificación. Todo, todo, bajo la persecución del Sebin. Así transcurrieron dos días con la política venezolana María Corina Machado.

No es que esté en campaña. No hay un evento electoral próximo que dé la certeza de que necesite el apoyo de las masas. Ella se ha propuesto hablarle a los venezolanos y ha tomado particular notoriedad porque lo hace en un momento en que parece que el pueblo está echado a su peor suerte.

Ha sido inhabilitada políticamente. Fue destituida como diputada a la Asamblea Nacional. Le rompieron el tabique nasal en una trifulca parlamentaria. El Sebin la hostiga. Diosdado Cabello intenta vejarla todos los miércoles en su programa televisivo ‘Con el Mazo Dando’. Ha tenido que resguardar a su familia pagando con la distancia. Es señalada de golpista y de vez en cuando le secuestran a gente de su equipo de trabajo.

Con todo esto, llega al pequeño pueblo de San Pablo a levantarle el ánimo a la gente

“Con este telefonito me voy a tomar una foto con ella porque las tiene bien puestas”, dice un hombre recostado a un árbol de una de las dos placitas del municipio Arístides Bastidas del estado Yaracuy.  El móvil, sin forro y con una pantalla agrietada, apenas le cabía en la palma de la mano.

María Corina es la primera política que los visita desde los tiempos de Rafael Caldera, según dos vecinos que se peleaban por decir el año exacto.

La desolación manda a pesar del viernes de quincena.

Un aburrido vendedor custodia la larga mesa de madera dispuesta a un costado de la plaza con aguacate, yuca y frijoles.

Cuando la dirigente se bajó del vehículo fue abordada por las personas que querían abrazarla. Un hombre deja su bicicleta y pregunta:

“¿Quién es esa?;

- “María Corina”.

“¿María Corina?; Ah!”.  

Era imposible que ella pasara por alto la escena: Todos los comercios cerrados. Criticó la destrucción, puso nombre y apellido a los culpables de semejante desgracia y retó a las personas a soñar en “el día que Maduro caiga”. Es su discurso recurrente. Lo dice en todos lados. Se ha percatado que cuando lo dice logra emocionar.

“¿Son chavistas aquí?”, pregunté a la gente. “Sí, pero por el bono y el CLAP”.

Al terminar el discurso comienza la ronda de fotos, abrazos, humildes regalos y confesiones de pesadumbres. Una dirigente local del partido de María Corina, Vente Venezuela, le informó que había dejado de militar en UNT, fundado por el exgobernador del Zulia, Manuel Rosales, al que señalan de negociar con el gobierno. Ahora lleva la camiseta celeste de VV.

El Sebin da vueltas a la plaza. Es fácil identificarlos: vehículo blanco de origen chino marca ‘Chery’ sin placas, rotulado como taxi que la sigue a todos lados. Inquieta a los locales pero no a María Corina. Está acostumbrada al acoso; algunas veces los encara y otras les ofrece agua porque pasan horas sin salir del carro, cumpliendo con la labor de inteligencia más aburrida del mundo.

Termina la visita en San Pablo y previamente da una entrevista en la tv local La Yaracuyana. Todo lo que se ve en el camino es ruina y monte. Lánguidas miradas de tristeza, ropas roídas y zapatos desgastados. 

Lo único que se mantiene intacto es el verde forestal y ensordecedor canto de los pajaritos. 

Desembarcó en Bruzual para una caminata de siete cuadras. El calor pega en el rostro. Banderas de Vente Venezuela y Convergencia se confunden con las gorras del tricolor nacional. El tumulto no la deja avanzar con facilidad. Parece disfrutarlo. Apura el paso. Entra en los locales a saludar a los encargados. Acepta una tizana en una vieja casa, abraza y dice unas palabras a cuanto puede.

De repente, un grupo de bachilleres graduados se suman a la caminata. Todos tenían sus medallas. “Los voy a necesitar, muchachos”, les dice. Una de ellas se seca las lágrimas con el cuello de la chemise beige. No es llanto de emoción. A todos los vi llorar con tristeza.

Se apresura para llegar al estado Lara pero en el camino se tropieza con el hospital Dr. Tiburcio Garrido, alguna vez emblema de atención en Yaracuy. Decide bajarse y mientras llega, una miliciana cierra todas las puertas. Las enfermeras saludan a través de las rejas del primer piso. “Ustedes son mis heroínas”, les dice y otro desde afuera grita: “Eso ya no es un hospital, es un cuartel”. Las enfermeras le insisten en que entre y logra hacerlo pero por unos segundos. “No quiero perjudicarlas más, sigan su lucha, son unas valientes”. Se retira.

Afuera, unos cuantos familiares de pacientes le gritan: “¡María Corina aquí no hay nada!”, se acerca y los escucha. Es lo único que puede hacer, pero quizá lo que en ese momento necesitan. Desde otro extremo una abuela grita: “¡Viva Chávez!” y ella le responde: “al fin me encuentro un chavista, pensé que se habían extinguido”. 

Cae la tarde en Barquisimeto. La esperan los vecinos de la urbanización Sucre, conocida en 2017 como “Sucrania” por ser emblema de las protestas contra Maduro. Están organizados con pancartas, sillas, sonido, pitos y banderas. La devoción a María Corina salta a la vista. Una mujer le entrega una carta donde le explica por qué la sentía como una hija.

En un banquito de cemento una abuela le pide a otra que ya no llore tanto. Suena casi a reclamo. “Mija, es que a mí se me fueron ya todos mis nietos, pero bueno”, y se encoge de hombros sin levantar la cabeza.

Algunos escuchan a María Corina desde los edificios. Los jóvenes se ven entusiastas. Llevan con orgullo la franela de ‘la resistencia’. Es la primera vez que tienen un acto político después de la profunda herida que dejó la represión del Estado.

Los portones de entrada a la urbanización aún están destrozados por las tanquetas de la Guardia Nacional. Los viejos se lamentan de las pensiones, del transporte, del país. María Corina fue presentada con el emotivo discurso de una joven que estuvo detenida arbitrariamente. Fue una presa política y repasó los terribles episodios de hace meses. Al terminar, le regaló la franela que llevaba puesta.

“¡No venimos aquí derrotados! Sus acciones hicieron voltear al mundo hacia nosotros. Se acabó la indiferencia. Hay que seguir haciendo fuerza porque mañana es muy tarde para muchos. Tenemos que reconstruir el país; ustedes cuentan conmigo, ¡necesitamos construir los aeropuertos para recibir a nuestros hijos de vuelta!”. El llanto ya era colectivo.

En su discurso habla como una madre. Vende lo que más escasea: esperanza. Utiliza todas las palabras que el castellano le permite para calificar lo que vive Venezuela: Tiranía, dictadura, masacres, asesinatos, miseria, destrucción, traición, debacle y hambre. Y de vez en cuando le gritan: “Valiente, valiente”.

“María Coraje”, “una mujer coherente”, “la que tiene cojo…” son algunas de las definiciones que le dan. Y aunque después de escucharla vuelven a su carestía, ese día se acuestan pensando que es posible un cambio.

La mañana del sábado la reciben en la cancha techada de la urbanización El Obelisco. Acude el exalcalde de Barquisimeto, Alfredo Ramos, detenido y destituido por no impedir las protestas contra Maduro. Esa comunidad perdió a dos de sus muchachos, asesinados por fuerzas del Estado. 

También asisten Américo De Grazia, ferviente denunciante de los crímenes en el estado Bolívar, y el candidato la gobernación de esa misma entidad, Andrés Velásquez, quien dice haber ganado pero el Consejo Nacional Electoral negó su apelación. Lilian Tintori dio unas palabras en nombre de su esposo, Leopoldo López y la gente gritaba: “Leopoldo, valiente, aquí está tu gente”. Ella llevó a su hija menor, Federica, para presentarla ante la virgen de La Pastora, patrona de los larenses. 

En el acto colocaron un audio del exalcalde Antonio Ledezma, hoy en el exilio. “Pónganse del lado de María Corina para crear una plataforma deslastrada de vicios y se devuelva la esperanza a Venezuela. Sueño con una salida como la que promovimos el 12 de febrero del 2014. De compromisos sin traiciones. Impulsamos desde afuera las sanciones para acabar el régimen. Necesitamos el apoyo del mundo. No pedimos clemencia porque somos hijos de libertadores, pedimos comprensión para recuperar nuestra patria. Los venezolanos no están solos. Arriba corazón”. 

Alfredo Ramos es recibido de pie y con aplausos. Propone una huelga general el 20 de agosto, ese día está planteada la reconversión monetaria con la eliminación de cinco ceros al bolívar. “Ese día terminarán de aniquilar nuestro dinero”.  

Toma la palabra María Corina y aquello parece reventar. Saluda a la familia de Luis “El Pulpo” Zambrano y Rubén Morillo, asesinados por impacto de bala en las protestas. 

De nuevo el discurso de sacudida matriarcal: "Aquí no venimos derrotados, ustedes son nuestros héroes. Nos han quitado demasiado. El 16 de julio (fecha del plebiscito contra la Constituyente y a favor de la Unidad) está vigente. No aceptamos falsos diálogos. No habrá concesión con la narcodictadura. El tiempo de la ingenuidad se acabó; hay que llamar las cosas por su nombre. Es una lucha del bien contra el mal. Estos años no han sido en vano. Nuestros errores se miden en muertos. Mañana domingo es demasiado tarde. Esto solo sale por la fuerza y fuerza no es violencia, fuerza es fuerza; moral, organizativa, ciudadana, diplomática, militar, sindical. Por primera vez todas estas fuerzas están alineadas con el propósito de salir de Maduro. Los necesito para que veamos regresar a nuestros hijos cuando caiga esta tiranía que habrá sido la última en Venezuela”.

Una abuela que escuchó de pie todo el discurso se llevaba las manos a la cabeza y lloraba mientras decía: “así es, así es”. Con un trapito bien empuñado se secaba las lágrimas.

La mayoría gritaba de rabia. Lloraban y aplaudían. Todos allí habían perdido algo; los hijos, sus trabajos, las comidas de día, el transporte, la ilusión.

De repente, un respiro cuando María Corina invitaba al soñar con “ese día”; todos los gritos se confunden. “Es una emoción estar entre valientes. Los quiero con mi alma”. 

Al bajar de la tarima la saludan ancianos, niños, padres de familia y personas en muletas. Todos, todos de apariencia humilde. Es un largo periodo de abrazos hasta retirarse casi a la fuerza. 

Al montarme en el autobús que nos lleva de vuelta a Caracas la veo en la primera fila: de rodillas en la silla, abrazada al respaldar y con un pote de agua en la mano. Había accedido a conversar con nosotros, los periodistas, informalmente. 

Se le ve contenta y sondea la opinión de su equipo, en su mayoría millenials entusiastas que no dejan de trabajar ni un minuto. 

Hablamos de la presencia de las mujeres en sus manifestaciones. “Este régimen le tiene terror a la mujer venezolana. Las mujeres entendimos desde el principio a dónde desencadenaba este proceso, que llevaba a destruir la familia”. 

Comentamos lo que ha ganado y lo que ha perdido en su camino político. Lloró al recordar a sus hijos, ver los cuartos vacíos, asumir las impuntualidades y tener ausente el amor verdadero. Hizo un largo silencio cuando mencionó las traiciones. Confesó que se ha cansado pero “jamás” ha dudado. Jura amor al país. Sueña con ver en vivo en Venezuela a Maná y a ColdPlay. Ha visualizado llevar el país al primer mundo. Admite que le gustan los buenos restaurantes. Se le iluminaron los ojos cuando le preguntamos si piensa en su equipo de Gobierno. Admite que de locos todos tenemos un poco. Se siente cambiada, “ufff!, muchísimo. Yo no soy la misma, soy otra”. Ahora acepta sus propios errores y dice que nunca dejará la patria. 

Asegura que no ve ‘Con el Mazo Dando’, pero agrega que si no fuera por ese programa no saldría en la televisión venezolana. 

Al final de ese día entendí que María Corina recorre el país a vender lo que más tiene; esperanza y coraje.

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