¿Cuán grave es la herida que la delincuencia puede ocasionar a la democracia ecuatoriana?
En Ecuador, sigue la conmoción por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio.
El magnicidio ha devuelto al debate público la discusión sobre el rol del narcotráfico en el país. Antes, Ecuador era percibido sólo como un punto de tránsito en la ruta internacional de la droga, al ser vecino de dos grandes productores, Perú y Colombia.
Ahora, sin embargo, la presencia de bandas criminales dedicadas a traficar ha exportado también la violencia a las calles.
Según los datos de Crisis Group, en la primera mitad del año la Policía ha registrado 3.500 asesinatos. Estas muertes se atribuyen en su mayoría a la pugna por el control del territorio y la distribución de drogas entre bandas locales como los Choneros, los Lobos o los Tiguerones. De acuerdo con las autoridades, algunos de estos grupos trabajan en conveniencia con cárteles mexicanos como el de Sinaloa o el de Jalisco Nueva Generación.
En medio de la violencia política la campaña sigue en pie. Este 20 de agosto los ciudadanos están llamados a las urnas para elegir nuevo mandatario, luego que el presidente Guillermo Lasso evitó un juicio político en su contra invocando la llamada “muerte cruzada”, es decir, el adelanto de esas elecciones generales.
Hoy, Ecuador mantiene un estado de excepción con el que el gobierno espera controlar la situación. Mientras tanto, otros candidatos presidenciales siguen amenazados por estos grupos criminales.
¿Cuán grave es la herida que esta delincuencia puede ocasionar a la democracia ecuatoriana?
Miguel Hernández, director del programa de Ecuador del Instituto Republicano Internacional, ofreció una entrevista en Cuestión de Poder de NTN24.
