Hace ocho años, la marca Corona lanzó el video "Let's Make America Great Again", un poderoso mensaje en respuesta al auge del nacionalismo y el aislacionismo durante la era Trump. El mensaje era claro: la verdadera grandeza no se basa en la división, sino en la unión de los pueblos, las culturas y los ecosistemas que sostienen la vida.
Hoy, ese mensaje resuena con más fuerza que nunca. Mientras la política global sigue cambiando, una realidad permanece inmutable: el Sur Global es el pilar fundamental de la estabilidad climática del mundo. Alberga los sumideros de carbono más grandes del planeta, desde la selva amazónica hasta la cuenca del Congo y los vastos manglares del sudeste asiático. Sus comunidades han protegido estos ecosistemas durante siglos, pero siguen siendo marginadas en las estructuras económicas globales.
Mientras tanto, el mundo es testigo de un alarmante aumento de fenómenos meteorológicos extremos: olas de calor sin precedentes, incendios forestales devastadores e inundaciones catastróficas. La crisis climática ya no es una amenaza futura; es una realidad que interrumpe economías, desplaza comunidades y desafía la estabilidad mundial. A pesar de ello, las soluciones siguen estando desproporcionadamente concentradas en manos del Norte Global, que históricamente ha contribuido más al problema.
El Acuerdo de París ofrece un mecanismo clave para reequilibrar esta desigualdad. El Artículo 6, que regula los mercados internacionales de carbono, tiene el potencial de canalizar el financiamiento climático hacia el Sur Global, no como caridad, sino como una compensación legítima por la conservación de ecosistemas que benefician a todo el planeta. Si se implementa correctamente, estos mecanismos pueden impulsar el desarrollo sostenible, generar oportunidades económicas y fortalecer el liderazgo de quienes están en la primera línea de la acción climática.
Sin embargo, el desafío persiste. ¿Aprovechará el Norte Global esta oportunidad para corregir los desequilibrios históricos o seguirá imponiendo restricciones y burocracia que impiden la equidad real? El mercado voluntario de carbono ya ha enfrentado críticas, con cuestionamientos sobre su eficacia y equidad. Pero en lugar de abandonar el sistema, debemos enfocarnos en fortalecer su integridad y garantizar que los beneficios lleguen directamente a quienes más los necesitan.
El Sur Global no es un simple receptor de ayuda climática; es un líder en la lucha contra el cambio climático. Las comunidades indígenas y los conservacionistas locales han demostrado una y otra vez que su conocimiento tradicional y su gestión de los recursos naturales son más eficaces que muchas políticas de conservación impuestas desde arriba. Gobiernos en América Latina, África y Asia están tomando un rol más activo en la formulación de políticas climáticas que buscan equilibrar el crecimiento económico con la responsabilidad ambiental.
Sin embargo, para lograr un verdadero empoderamiento, es fundamental el acceso a recursos, la comercialización justa de activos ambientales y un compromiso real del Norte Global para reconocer el verdadero valor de la naturaleza y de quienes la protegen. Si el financiamiento climático internacional sigue siendo inaccesible debido a regulaciones complejas y barreras geopolíticas, el mundo continuará fallando en su responsabilidad de proteger estos ecosistemas cruciales.
A medida que el mundo enfrenta fenómenos climáticos más extremos, inseguridad alimentaria y migraciones inducidas por el clima, la única vía viable es la cooperación. La verdadera prueba de liderazgo climático no está en los discursos, sino en las acciones: garantizar que los mercados de carbono, el financiamiento climático y los esfuerzos de sostenibilidad prioricen la justicia, la equidad y el empoderamiento de aquellos que han protegido nuestro planeta mucho antes de que existieran los acuerdos climáticos.
El Sur Global no es solo parte de la solución, es la solución. La pregunta es si el mundo está listo para reconocerlo y apoyarlo.