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Israel - Hamás

Familiares de Yaffa Adar, mujer de 85 años raptada por Hamás, aseguran que estuvo secuestrada en un hospital

El pasado 24 de noviembre Yaffa Adar recuperó la libertad tras un canje humanitario entre las autoridades de Israel y el grupo terrorista Hamás. La anciana hizo parte del primer grupo de 13 mujeres y niños que regresaron a Israel, tras la excarcelación de los primeros 39 palestinos, según lo acordado entre las partes.

En entrevista con el programa La Noche, Adriana Adar, nuera de Yaffa, quien sigue clamando por la liberación de su sobrino, Tamir Adar aún en poder del grupo terrorista, relató los momentos difíciles que vivió la anciana durante 50 días de cautiverio.

Aunque hoy celebran la libertad más de 100 rehenes, su regreso aún resulta agridulce por las 137 personas, entre mujeres, hombres y niños que siguen soportando tratos crueles, condiciones precarias con poca comida y casi descompuesta, en medio de la amenaza constante de los integrantes de Hamás.

Yaffa aún se repone del trauma que le dejó el ataque cometido del 7 de octubre, de los bombardeos constantes, en casi dos meses de cautiverio, en escuchar el llanto de niños y mujeres a diario, el ver como cada día la comida disminuía y que era compartida con los más frágiles. Estuvo las dos primeras semanas, sola en una habitación pequeña, en donde cada instante se llenaba de incertidumbre y de soledad. Allí descubrió que le podía confortar y permanecer en fe, era tararear e imaginar tocando su cabeza, la música de su artista preferido, Andrea Bocelli, señaló Adriana Adar. “Después de noches que casi no dormía, ella se ponía las manos en la cabeza, se tocaba a sí misma canciones de Andrea Bocelli y eso era lo que la ayudaba a abrir los ojos y decir este día va a ser un día mejor”.

Con el paso de los días la anciana de 85 años fue trasladada a un cuarto de alrededor de 5 metros y mantenida allí con unas 10 personas más de su misma comunidad. Por la descripción del sitio que entregó Yaffa a la familia se trataba de un hospital. “Semanas después la pasaron a lo que ellos llaman un hospital. Ella sabía que es un hospital porque pasaron por ciertas salas que ella vio que era un hospital”, señaló Adriana Adar, nuera de Yaffa , quien llevaba viviendo en su kibutz 70 años, antes de que fuera atacado por el grupo criminal.

“Ella tuvo suerte, es lo que podemos decir, ella tuvo suerte de estar por encima de la tierra y no por debajo de la tierra, que es muy distinto, y tuvo suerte que no la pegaron, que no la maltrataron en ese sentido. No se bañaron durante todos esos días, no se podían mover durante esos días, los callaban a cada rato, no pasó cosas más tremendas como la que estamos escuchado ahora de la gente más joven y de los niños. Los niños que estuvieron con ella habían estado antes en otro lugar y les habían pegado, los habían obligado a mirar las películas donde les cortaban la cabeza a otros bebés. Sabemos que están haciendo cosas tremendas con mujeres y con niños y con hombres también. Niños ya no hay, hay dos bebés que no sabemos dónde están”, relató horrorizada Adriana Adar.

Adriana denunció también que su suegra, al igual que todos los rehenes en poder de Hamás soportaron y soportan hambre y el temor quizás de no saber qué pasará con ellos con el transcurrir del tiempo. “Una de las cosas peores es el hambre, es decir, que dormir con hambre y no saber si mañana vas a recibir algo para comer. El miedo de que en cualquier momento puede entrar alguien a pegarte un tiro. Cuando los movían quizás de un lugar a otro, no sabían a dónde los llevaban.

También contó las difíciles condiciones físicas en la que encontraron los médicos a su suegra de avanzada edad y que aún se recupera de las secuelas sicológicas que le dejó el acto de barbarie cometido por Hamás.

“Hay una película de ella que nos rompió el corazón. La vimos sentada en el piso del micro, cuando dos terroristas la tiran en el piso levantándola a la fuerza para pasarla a la Cruz Roja. Ella se quedó con muchas lastimaduras en el cuerpo, que le duelen mucho que estén infectadas y que cuesta mucho curarlas. Tiene una tos que no sabemos de dónde viene y quizás es de la falta de aire o de lo que respiraron allá. Además, el trauma de ese miedo, el miedo de estar sola, el miedo de salir, el miedo de ver gente.Ella era una mujer muy, muy independiente. No tenía nadie que la cuidaba, nadie que la trataba. Y hoy en día hay que acompañarla hasta el baño”

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