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Héctor Schamis Elecciones

Crónica de una inhabilitación anunciada

Lea aquí la última columna de opinión de Héctor Schamis, profesor de la Universidad de Georgetown.

Una inhabilitación anunciada, pues el régimen de Maduro es como la fábula del escorpión y la rana. Su naturaleza lo determina a excluir, suprimir, coaccionar, reprimir e inhabilitar, claro está, a María Corina Machado. Lo hace aún al precio de sus propios intereses; o sea, contrario a una estrategia racional de ejercicio del poder, incluso de un poder autocrático.

La inhabilitación es anunciada por repetida, es el ADN del chavismo. Se instalan “mesas de diálogo” con “opositores”. Comillas en ambos términos, ni conversación útil ni oposición sincera. Con ello se busca recuperar algo de legitimidad internacional. Para ello se pone en marcha un supuesto proceso electoral que permitirá la democratización del país. Con ello logran acceso a “los gringos”, claro que para hablar de lo único que les importa: el levantamiento de sanciones.

Se trata de una simulación de elecciones, ficción que se mantiene durante tanto tiempo como sea posible. En el camino, liberan a un puñado de presos y encarcelan otros tantos, la “puerta giratoria”. Se logra cooptar a la oposición y desmovilizar a la sociedad, el horizonte temporal se alarga.

Para entonces, el régimen se estabiliza en el poder, la simulación ya no es necesaria. Le siguen las inhabilitaciones, una patada al tablero y a comenzar de nuevo. El régimen obtuvo lo que buscaba sin conceder nada. El patrón se repite ad nauseam.

Sin embargo, no hay dos procesos políticos idénticos ni mucho menos; por primera vez en un largo tiempo es la oposición, María Corina, quien toma la iniciativa y cambia el juego. Planteó las elecciones primarias como un ejercicio autónomo de democracia partidaria, sin control estatal. El régimen se confunde y comete un error: desmantela el Consejo Nacional Electoral.

Sin el CNE, Maduro se priva a sí mismo del instrumento clave para controlar dichas primarias con un cierto viso de neutralidad, pues pierde la capacidad de implementar restricciones administrativas y dilaciones burocráticas. Sin el CNE, el costo político de interferir en las primarias y descarrilar el proceso electoral aumenta exponencialmente.

Ahora las primarias solo pueden ser como las quería María Corina, un ejercicio autónomo. Al mismo tiempo llena las calles con sus seguidores, sus actos de campaña son masivos donde vaya. El régimen no le vende boletos de avión, obligándola a recorrer el país por tierra. Ello fortalece su campaña, para viajar de una ciudad a otra en carretera se pasa por muchas otras localidades intermedias. Más actos, más gente.

Le cortan la luz en donde le toque hablar, la gente enciende sus teléfonos y eso se transforma en slogan electoral: “la oscuridad termina, viene la luz”, acompañada por su foto con la multitud detrás. Las concentraciones son cada vez más masivas.

Después de mucho tiempo, la gente vuelve a la política. María Corina mide por encima de 50%, muy lejos de cualquier otro. Vente Venezuela es menos un partido político, formado siempre por cuadros y elites, que un movimiento social. Ello crea una narrativa de “hecho consumado”, una suerte de candidatura presidencial inevitable, “por aclamación”.

El mensaje es que detener su candidatura requerirá fraude o inhabilitación; sin ella en la cancha no habrá partido. El régimen vuelve a equivocarse, la inhabilita apenas comenzado el proceso. Inhabilitación anunciada, pero prematura. Truncó la simulación muy temprano. Ahora el propio régimen la corona líder de la oposición. El aluvión de condenas internacionales—de gobiernos y partidos de derecha, centro e izquierda—lo corrobora.

Es una inhabilitación contraproducente para el propio régimen, como el escorpión que pica y se ahoga. Con una salvedad, la víctima no parece ahogarse con el escorpión. María Corina calificó a la inhabilitación como inútil: “Sólo la gente inhabilita”, con su voto desde luego.

El régimen no está certero ni lúcido, comete errores discursivos y de estrategia política. Sus cerebros, Maduro, los hermanos Rodríguez, Cabello, solo pueden hablar de tres cosas: levantar sanciones, detener el proceso en la Corte Penal Internacional y liberar a Saab, el testaferro. Y además lo hacen con desesperación y con cualquier interlocutor, ya sea que este tenga capacidad de influir sobre el tema o no.

Los errores de cálculo y las malas noticias se acumulan. La reunión secreta de Jorge Rodríguez con funcionarios de la Administración Biden en Qatar buscaba definir el calendario electoral y regresar al diálogo en México; pero eso era antes de la inhabilitación a María Corina Machado. Esta misma semana la Corte de Apelación de Londres rechazó un recurso del Banco Central de Venezuela en relación al oro allí localizado, transfiriendo el caso a la corte comercial. Y esta semana también, la Sala de Cuestiones Preliminares de la Corte Penal Internacional autorizó a la Fiscalía reanudar la investigación sobre crímenes de lesa humanidad en Venezuela.

El régimen de Maduro siempre es víctima de su miopía y de sus propias encerronas. Ahora también cayendo en la trampa que él mismo le tendió a María Corina Machado.


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